Historias de la ruta.

   Tengo al menos tres entradas acumuladas en mi cabeza. El tema es que la mayor parte del tiempo estamos recorriendo algún pueblo, ciudad o puerto; arreglando nuestras mochilas, tomando fotografías o filmando, buscando alojamiento, o simplemente durmiendo -no es fácil cargar en tu espalda con tu cocina-armario portátil-, debemos descansar o el cuerpo pasa la cuenta tarde o temprano, ya nos ha sucedido.
   Quiero escribir esto para quienes puedan entender  qué me refiero cuando digo "chascarros en la ruta", en otras palabras (para los que no son de Chile): historias graciosas y dignas (y no tan dignas) de mencionar sobe lo que nos ha ocurrido durante todo este tiempo. ¿Por qué no en inglés o italiano? Sólo porque muchas cosas son imposibles de traducir o si lo hacemos perderán su significado.
  
   Partiré por un hecho lamentable pero al mismo tiempo gracioso, claro, ahora que lo recuerdo. He perdido mi cámara acuática..... ¿Cómo? Acuáticamente. ¿Dónde? En medio de un lago. Cuando estabamos en el Parque Vicente Pérez Rosales, tuvimos la mágica idea de ir a dar un paseo en kayak. El viento soplaba muy fuerte en la típica dirección Este de Ensenada (Barlovento), era una día caluroso, y la corriente se tornaba muy tempestuosa cada cierto tiempo, empeorando por culpa del oleaje que desprendían las lanchas a motor que pasaban cerca nuestro. Ese mismo día, antes de partir a cruzar el río en lancha para llegar a la otra costa donde estaban los kayaks, Morgana me dijo: ¿Llevarás la cámara en la mano? O algo como eso, pero yo ignoré esa pregunta-sugerencia y partimos.  Más tarde lo recordé, y ya era demasiado tarde, porque me encontraba flotando junto a mi kayak de espalda en el agua por culpa de una brusca frenada. Lo último que pude recordar era mi cámara cayendo lentamente hacia el fondo del lago, sumado al graznido de unos pájaros y las dulces carcajadas de Morgana. Siempre he pensado que la naturaleza recupera sus pertenencias al fin y al cabo, pero es curioso y gracioso, que el Lago Todos Los Santos haya querido nuestras fotografías un día de San Valentín. El resto del trayecto en kayak fue tratar de volver a la orilla contra la corriente, parecía que jamás lo ibamos a lograr, pero el agua ya se había calmado luego de 1 hora con fuertes vientos.

   Aquel momento con fuertes impulsos de adrenalina me hizo recordar a nuestro "día" en Llanquihue, digo día pero en realidad llegamos allá en un bus que nos dejó en plena Ruta 5, llovizna y con nuestras mochilas recibiendo sus pimeras gotas de agua sureña. Todo esto a eso de las 11 de la noche. Caminamos en la oscuridad de la carretera por una pasarela en dirección Este, hasta llegar a este pueblo fantasma; parecía fantasma, pero tenían una fiesta montada en plena costanera, de lejos se escuchaba una banda imitando muy bien a Pearl Jam, un 7/10. Mucha gente venía caminando y paseando cerca de la plaza, como si fuese medio día, incluso con la misma llovizna que nos atrapó anteriormente. Luego de sentarnos a discutir un rato sobre lo que ibamos a hacer esa noche, llegamos a la conclusión de que un hostal era una mala idea porque sólo ibamos a pagar por un par de horas y sería lo mismo en la mañana, por lo que decidimos ir hasta una Copec y quedarnos dentro tomando café hasta las 6:20, momento en el que partiría el primer bus a Puerto Montt. La ruta fue un poco tediosa, ya que sólo uno de los dos podía dormir, el otro debía mirar las mochilas que se balanceaban de un lado para otro, así que sujetando nuestras cabezas firmemente una con la otra, en una carretera cubierta de niebla matinal, pudimos sobrevivir hasta el puerto. Ahí nos esperaban unas 4 horas hasta que el hostal abriera por la mañana.

   Digno de mencionar también, es la forma en la que esperamos casi 5 horas en Temuco, tocando "melodias" con nuestros platos y cubiertos en la plaza de armas, esperando recibir una ayuda de los locales, trágicamente, eran más mochileros y gente yendo al trabajo luego del almuerzo, que turistas deseosos de cooperar. Recaudación: $0 pero al menos matamos el tiempo.
   Otra historia similar ocurrió en Los Lagos, sin embargo, fue una de las mejores ideas hasta ahora: Aligerar nuestras mochilas y enviar 2 encomiendas de vuelta a Concepción. En total, logramos recuperar un montón de espacio y 10kg en total, se fueron de vuelta. Nuestras espaldas aún lo agradecen.

   En Castro sucedió algo gracioso-salvador. Después de unas discusiones sobre dónde pasar la noche a las afueras de un supermercado repleto de mochileros, se nos acababan las opciones y la única cosa que podíamos hacer era cargar nuestras pesadas mochilas otra vez, junto a nuestros celulares y otros artefactos sin carga, e ir en busca de hospedajes económicos y cercanos al mismo tiempo. Justo en ese instante se nos acerca un muchacho y nos consulta si estabamos un busca de alojamiento, yo no lo pensé dos veces y nos fuimos con él. Era un casa muy acogedora y Elizabeth, una señora chilota muy simpática y atenta, además estabamos cercanos a la Plaza de Armas de Castro, este sería nuestro hostal por 2 noches hasta tomar otro bus hacia Quellón.

   Muchas veces, luego de llegar a un nuevo pueblo o ciudad, me voy impulsado en alguna dirección buscando algo en concreto en mi cabeza, sin la certeza de si se encuentra allí o a mis espaldas, es mi manera de ser. Es por eso que aprecio la lógica de Morgana con todo mi ser, aprecio el hecho de que se quede de pie a mis espaldas, llamándome de vuelta a pensar y planificar  con calma nuestra próxima prioridad. Al principio fue motivo de discusiones, ahora ambos sabemos cómo hacerlo funcionar a la perfección, y ha resultado. Vamos cada vez más lejos.

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